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CAOS  Y  COSMOVISIÓN

(Hipótesis antropológica)

Autor: Jesús Morfín Garduño.
Seudónimo: Huitzilíhuitl.
Universidad Comunitaria
Nahui Ollin de Mallinalco
Antropología Política                             e-mail:  ecocidio@yahoo.com.mx
     

      El  plano mental del género humano es una dimensión del espacio real que debemos ponderar adecuadamente, buscando en ella la salida a la contradicción existencial del mundo moderno. Las creencias son parte medular del pensamiento humano y vienen ocupando un lugar preponderante en la evolución de nuestra especie, por lo que conviene estudiarlas y aplicarlas acertadamente para que la humanidad pueda llegar a tener un control eficaz de su realidad.

      Se  presenta aquí una interpretación histórica de la validez de dicho plano mental como el espacio metafísico o espiritual aludido por las religiones, pretendiendo estimular la aplicación y retroalimentación de los conocimientos en las áreas de las ciencias sociales, que permitan solucionar oportunamente problemas mundiales como la contaminación y depredación ambiental, o como el terrorismo y el armamentismo.

      Ahora  bien, la validez de una realidad metafísica o espiritual no necesariamente implica que sea independiente y determinante de la realidad física como en el modelo platónico, y aquí se supone que más bien coexisten en mutua dependencia y procreación. Este entendimiento de una dualidad física y espiritual se propone como medio para erradicar tanto el actual materialismo que lleva a la debacle mundial, así como el histórico fanatismo religioso.

      Dogmas  como el de la resurrección de la carne o la reencarnación del espíritu, pertenecientes a diversas religiones, son interpretables en base a argumentos antropológicos a partir del conocido desarrollo de la historia universal. Constituyéndose así una cosmovisión o teología laica que respeta las creencias religiosas de cada cultura y no pretende modificarlas, solamente fundamentar extra religiosamente, es decir, científicamente, las que sean posibles.

      En  la protohistoria proliferaron las religiones de sacrificios humanos por todos partes del mundo y en diferentes épocas: desde hace más de 5000 años en la India, a la llegada de los arios; en Egipto antes de que se construyeran las pirámides; simultáneamente en Stonehenge, Inglaterra, hasta la conquista romana; en el Medio Oriente desde antes de tiempos de Abraham y hasta los tiempos de Jesús de Nazaret, de las cuales éste tuvo que haber forjado su convicción de que debía ser sacrificado en la cruz para la salvación del mundo, y a partir de la antropofagia ritual instauró el sacramento católico de la comunión; finalmente en México estas religiones de sacrificios humanos esperaron, como lo decían sus profecías, la llegada de los hombres blancos barbados que habrían de llegar a reinar.

       "Cristo  murió en la Cruz para salvarnos del pecado", del "pecado original" que buscándolo en los orígenes de la historia universal, podemos identificarlo en las prehistóricas religiones de sacrificios humanos, que como apenas hace cinco siglos en México, existieron en una envolvente del desarrollo de la cultura occidental, estimulando su crecimiento en un proceso de guerras, etnocidios y mestizajes.

      Por  lo que puede interpretarse que el sentido de la historia conocida ha resultado ser la integración de la joven raza blanca (que se gestó durante el glaciar de Würm en Europa) a las antiguas razas de color, mediante un proceso biológico y espiritual que requirió del sacrificio de las razas antiguas para provocar que la nueva humanidad venga redescubriendo su conocimiento científico en un proceso de reencarnación espiritual, dicho proceso concluirá con nuestro entendimiento de que somos la misma conciencia volviendo a vivir en nuevos cuerpos. Este proceso traumático ha sido entonces necesario como una de tantas síntesis que han venido conformando la creación y evolución de nuestra especie.

      Así  que las antiguas culturas de sacrificios humanos fueron el génesis de la historia de la civilización occidental, hoy global, constituyen una prueba histórica de la validez de una realidad espiritual y son el eslabón de enlace con civilizaciones mundiales de nuestra especie que tuvieron que haber existido en tiempos remotos. Pues es entendible que aquel sacrificio no fue sólo de vidas humanas, sino que también implicó la pérdida de conocimientos y el consumo de construcciones y artefactos tecnológicos que no volvieron a reproducirse.

      Estas  religiones de ofrendas humanas nos han hecho pensar que antes de la conocida historia universal todo ha sido barbarie, enmarcada en el fanatismo de la religión y de la guerra. Pero ahora podemos comprender que nuestro proceso histórico fue impulsado por el hombre prehistórico, que se sacrificó para una trasmigración de sus almas (conciencias individuales) a las nuevas generaciones. Es decir, que el misterio de la vida y la muerte ya lo ha descifrado y aplicado nuestra especie humana desde tiempos inmemoriales.

      El  ecocidio al que se dirige la actual civilización mundial no tiene por que estar ocurriendo por primera vez durante la evolución de nuestra especie, y al menos ya ocurrió otro durante los cataclismos climáticos que marcaron el final del subperiodo geológico anterior, el Pleistoceno , hace unos 14 mil años, cronología que concuerda con el "invento" oficial de Platón de la desaparición de una ancestral civilización muy desarrollada denominada como la Atlántida. Resultando coherente también con la cronología oficial del Neolítico y la Edad de los metales como referida fundamentalmente al desarrollo de la integración de la raza blanca a la antigua humanidad.

      Esto  implica que en tiempos prehistóricos el homo sapiens ya ha podido desarrollar repetidas civilizaciones mundiales con tecnologías muy avanzadas, varias de ellas tuvieron que haber sido aniquiladas por desequilibrios ecológicos provocados por su propio desarrollo, pero la última se autoinmoló en favor de la actual humanidad. De esta manera puede explicarse la existencia aislada de vestigios prehistóricos de altas tecnologías, que hasta ahora la Arqueología no ha podido interpretar.

      Con  este entendimiento podremos fortalecer los valores espirituales conservados por las diversas religiones, las cuales constituyen un lenguaje sencillo con el que podremos comunicarnos con las distintas culturas y comunidades, para que como un sólo ser podamos trabajar para erradicar el actual consumismo depredador de la humanidad y empecemos a reconstruir la naturaleza que debemos heredar a nuestros hijos. El paraíso terrenal es un proyecto ecológico del homo sapiens prehistórico que corresponde a nuestras generaciones llevar a la realidad.

       
     Copyright © 2000-2004 Jesús Morfín Garduño.       Se autoriza cualquier reproducción citando la fuente.

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