El lago de Anáhuac.
A los antiguos mexicanos les importaba mucho interpretar la figura de un conejo en el interior de la luna, de manera que siempre pintaban un conejo en el interior de su jeroglífico de la luna, siempre en diferentes posiciones, aquí muestro una gráfica tomada del códice Borgia.
El investigador italiano radicado en México, Gutierre Tibón, quiso encontrar la figura del conejo en el antiguo lago de Anáhuac, como lo expresó en su libro "Historia del nombre de la fundación de México", en el que sólo se atrevió a referir que una amiga suya veía un conejo en la región correspondiente al lago de Texcoco.
Sin embargo, como puede visualizarse en el siguiente mapa topográfico, que obtuve a partir de las bases de datos del INEGI, los antiguos mexicanos también interpretaban a toda la silueta del espejo del agua del antiguo lago de Anáhuac como la de un conejo.
En cualquier mapa de la orografía de la cuenca de México, con isolíneas cada 100 metros de altitud, en la isolínea de los 2240 metros sobre el nivel del mar, aun podemos distinguir la silueta del lecho sobre el que se asentaba el antiguo lago.
En la figura utilizo una escala en kilómetros para dar las coordenadas de algunos sitios de interés (número sobre el eje horizontal y número sobre el eje vertical): Popocatépetl(77,5); Iztaccíhuatl(75,22); Ajusco(10,25); Centro Histórico(25,47); Citlaltépetl(40,40); Basílica de Guadalupe(25,60); Teotihuacan(55,75); Texcoco(55,55); Cuauhtitlan(15,75).
Además de un bosquejo del conejo con líneas punteadas, muestro la ubicación de las antiguas ciudades de México Tenochtiltan y México Tlaltelolco, así como las calzadas que las comunicaban a tierra firme.
Podemos ver que el conejo está parado de manos de Sur a Norte y mirando hacia el Este, y la ubicación de las ciudades de México correspondía exactamente a la región del sexo de lo que por lo tanto representaba una coneja ya que la palabra México tenía como uno de sus significados 'en el centro de la luna', que en este contexto podemos interpretar como 'numen femenino'. En tanto que el término Quetzalcóatl, 'serpiente emplumada', tiene una faceta de “alusión fálica”.
Podemos concluir entonces que la inexorable religión de sacrificios humanos de nuestros abuelos autóctonos, fundamentalmente fue la espera de la llegada de la cultura occidental para la eficaz realización de una 'cópula'' de culturas y razas con el natural fin del nacimiento de la nueva cultura mestiza de que hoy formamos parte. Tal cópula vino a ser la Conquista de México, que constituyó un enorme sacrificio masivo y abrió una etapa de continuo etnocidio iniciada en la época de la Colonia y que aún no acaba de llegar a su fin.
De manera que a las culturas autóctonas de América ha correspondido el papel de la madre, que ha tenido que nutrir a su hijo con su propia sangre durante lo que podríamos llamar el período fetal, pero ya es tiempo de que dé a luz y termine el etnocidio de que aún son víctimas las comunidades que viven marginadas y replegadas en las sierras y lugares más inhóspitos, así como de que sus culturas sean reivindicadas.
La figura anexa representa una de tantas esculturas tenochcas en jadeíta que muestran a una coneja dando a luz a un guerrero águila, lo cual resulta ser alusivo al nacimiento de la nueva cultura mestiza que formamos hoy en día, consignando que ésta ha de tener un carácter guerreo.
Y es evidente que corresponde ahora, como genuina herencia cultural, adoptar el mismo carácter guerrero que tuvo Jesucristo, sin agredir físicamente a nuestros semejantes, sino manteniendo el diálogo, el debate y la acción creativa, que si bien a él lo llevó a la muerte, resultados muy diferentes obtendremos ahora si este carácter guerrero de Cristo empieza a generalizarse a las distintas comunidades.
En el actual mundo globalizado de una u otra forma todos participamos en cada una de las guerras, aunque prefiramos pensar que no es así, igualmente el amor existe independientemente de que creamos sentirlo o no, de hecho amor y guerra son lo mismo, sólo que están separados en nuestra conciencia, volver a unificarlos es indispensable para terminar con nuestra cultura genocida y tomar el control del género humano como creador.
La conquista es la atracción sensual y espiritual, la colonia es el amor propio e interesado, la independencia es el requisito para el amor verdadero, la revolución es el amor en autocrítica, y la revolución internacional es el encauzamiento del amor.
El ser humano siempre ha buscado un sentido a su vida, y siempre debe encontrarlo (llegar a decidirlo), así mismo ha buscado un sentido a su muerte. De la vida hay que hacer un verdadero arte, y el arte de vivir contiene como parte esencial al arte de morir, pues buscando un alto sentido a nuestra forma de morir es como nuestra vida adquiere un sentido amplio, es como puede evolucionar artísticamente ante la constante posibilidad de morir como un guerrero en el campo de batalla.
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