Falacia de la Arqueología.

      Existen aún grandes "lagunas mentales" en la ciencia moderna, vacíos del conocimiento a los que no se les da la debida importancia, asumiendo que mecánicamente la ciencia llegará a cubrirlos en el futuro, pero no se repara en que para esto puede ser necesario que hoy cambiemos ciertos prejuicios de certeza como los que manejamos en la Arqueología.

      Aunque   la Arqueología ha tenido un desarrollo impresionante, permitiendo hacer grandes inferencias sobre el pasado a partir de los escasos vestigios que han podido encontrarse, no debemos dejar impresionarnos al grado de aceptar como verdadera cualquiera de sus conclusiones, que como toda actividad humana es susceptible de cometer errores, y por la naturaleza de sus apreciaciones, podrían ser grandes y fundamentales errores.

      De  manera innegable se ha demostrado que Adán y Eva no pudieron haber sido la primer pareja humana, a partir de fósiles humanos de mayor antigüedad que la que refiere la cronología bíblica. Y a partir de ello se ha podido desarrollar la visión que la cultura occidental tiene del mundo, pero ahora en la práctica se maneja como dogma, aunque no explícitamente, que lo que la Arqueología no puede comprobar de manera evidente sobre el pasado es necesariamente falso. Así se ha catalogado a la Atlántida como mera invensión de Platón para criticar a sus contemporáneos.

      Cuando resulta más realista manejar que sobre la mayoría del pasado no han quedado vestigios arqueológicos, pero han quedado huellas en la psicología, las creencias y la historia de la humanidad, que probablemente reflejan los hechos más trascendentales del pasado de nuestra especie. Como disciplina la ciencia exige cuestionar y analizar dichas creencias, pero tomaralas por falsas de antemano resulta tan anticientífico como aceptarlas apriori.

      Las teorías vigentes aún no han podido superar la psicología creacionista, simplemente han trasladado la divina creación espontánea referída en el génesis bíblico a un milagroso desarrollo espontáneo de la inteligencia humana. Y resulta mucho más coherente con la evolución de nuestra especie a lo largo de la Era Cuaternaria, asumir que la actual creación del conocimiento científico se ha desarrollado por herencia y no por primera vez.