El dogma de la resurrección.

Autor: Jesús Morfín Garduño.
Seudónimo: Huitzilíhuitl.
Universidad Comunitaria
     
Antropología Política                             e-mail:  ecocidio@yahoo.com.mx
     
Nahui Ollin de Mallinalco

     El   dogma de la resurrección de la carne es originario de una extensa zona que rodea al Medio Oriente, el cual es un vértice geográfico de unión entre tres continentes, Asia, África y Europa, por lo que ha sido la primer región en todo el mundo donde desde tiempos prehistóricos han podido converger y mestizarse todas las razas del homo sapiens.

     Podemos   entonces interpretar el dogma de la resurrección de la carne como la consigna de la repetición de este mestizaje cósmico a nivel mundial, el cual con la expansión de la cultura occidental o europea mediante la colonización del resto de los continentes ya se ha dado por todas partes del mundo, y de manera particularmente extensiva en América.

     Una   comprobación cotidiana de la resurrección de la carne es que muchos mexicanos tenemos rasgos raciales comunes con los pueblos árabes, el parecido con los pueblos de la India ya existía desde antes de la época de la Colonia, de lo cual se derivó el error histórico de llamar indios a los habitantes de América. Conviene formular a este mestizaje cósmico, que no solamente ha sido racial, sino también cultural y espiritual, como el sentido que ha tenido nuestra historia universal.

     El   concepto de la resurrección de la carne es coherente con el concepto de la reencarnación del espíritu, perteneciente a culturas que por su antigüedad aún no habían completado el mestizaje cósmico, y su idea de reencarnación les permite volver a vivir tanto en su raza original, como en nuevos mestizajes.

     El   fundamento filosófico de estos conceptos religiosos es el eterno retorno a través del tiempo, fincado en la observación de la periodicidad de los fenómenos naturales, desde los fenómenos astronómicos hasta los fenómenos sociales, concluyendo que nuestra especie viene evolucionando en ciclos que no son idénticos pero sí semejantes, en los cuales viene reencarnando el espíritu humano que tampoco escapa a su evolución.

     Podemos   denominar a esta naturaleza cíclica del universo como su cualidad femenina, en base al ciclo de fertilidad de la mujer, que sorprendentemente tiende a coincidir con el ciclo de las fases de la luna, estableciendo una relación íntima entre el astro y el género femenino.

       

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