El Eterno Retorno.
(Diálogo con Federico Nietzsche)
¡Ay!, amigos míos, es preciso que una vez más regrese Zaratustra a la soledad de su montaña. Ayer, al anochecer, me lo ha ordenado la más silenciosa de mis horas: -No eres lo bastante humilde todavía; la humildad tiene la piel más dura.- Y yo respondí: -en verdad que he caminado entre los hombres, pero lo que les he dicho no les ha alcanzado todavía.- Entonces replicó: -El rocío cae sobre la hierba en el momento más silencioso de la noche. ¿No sabes tú quien es aquel de quien todos tienen necesidad? El que ordena las grandes cosas. Es difícil llevar a cabo grandes cosas: todavía es más difícil ordenar grandes cosas. Y he aquí tu falta más imperdonable: tienes el poder y no quieres reinar.- Y yo respondí: -Me falta la voz del león para mandar.- Entonces la otra me dijo, siempre como un susurro: -Son las más silenciosas palabras las que provocan la tempestad. Son los pensamientos que llegan como conducidos con pies de paloma los que dirigen el mundo. ¡Oh Zaratustra! debes caminar como el fantasma de aquel que vendrá un día. Te hace falta volverte niño y abandonar la vergüenza. El orgullo de la juventud te posee todavía. ¡Tus frutos maduraron; pero tú no estas maduro todavía para tus frutos!-
Ya era media noche cuando Zaratustra se puso en camino por lo alto de la sierra de la isla con el propósito de llegar al alba a la otra orilla, donde pensaba embarcarse. Mientras subía por la ladera de la montaña, iba pensando en las numerosas caminatas y ascensos solitarios que había realizado desde su juventud. -Cualquiera que fuese mi destino, sea cual fuere el suceso que me acontezca, siempre será para mí un viaje y una ascensión: acaba por no vivirse más que lo que está en uno mismo. Pasaron los tiempos cuando podía esperar los acontecimientos de la casualidad. ¿Que podría acontecerme que ya no me pertenezca? Mi propio yo retorna constantemente, está de regreso y he aquí a todas sus partes que tanto tiempo estuvieron alejadas y dispersas entre todas las cosas y todos los azares. Además, ahora estoy en mi última cumbre y ante lo que ha sido escatimado tanto tiempo. ¡Ay, es preciso que siga el camino más duro! ¡he comenzado mi más solitario viaje! Y es que hombres como yo no se escapan de la hora que les dice: ¡Sólo ahora recorres tu camino de grandeza! ¡Ahora se confunden la cumbre y el abismo! Sigues tu camino de engrandecimiento: ¡En este momento ha venido a ser tu último refugio lo que hasta ahora era tu último peligro! Y si en adelante te faltan todas las escalas, será indispensable que sepas trepar sobre tu propia cabeza y aún más allá, ¡por encima de tu corazón! Pero quien busca el conocimiento con ojos indiscretos, ¿Cómo podría ver otra cosa que las ideas del primer plano? Más tú, ¡oh Zaratrustra!, tú quieres distinguir todas las razones y el fondo de las cosas: te es preciso pues, pasar sobre ti mismo para ascender . . . ¡más allá, mas alto, hasta que tus mismas estrellas queden por debajo de ti! Si: ¡Mirar hacia abajo sobre mí mismo y sobre mis estrellas: sólo esto sería para mí la cumbre, esto sigue siendo para mí la última cumbre por escalar!
Así se hablaba Zaratustra mientras ascendía, consolando su corazón con severas máximas: porque tenía el corazón más herido que nunca. Y cuando llegó a lo alto de la sierra vio el otro mar que se extendía ante él. Entonces permaneció inmóvil y quedó en silencio largo rato. En la altura, la noche era fría, clara y estrellada. Finalmente, con tristeza expresó: Comprendo mi destino. ¡Vamos! Estoy decidido. Ahora se inicia mi última soledad. Entonces sus incrédulos ojos empezaron a distinguir unas siluetas cuyas sombras contrastaban fantasmalmente con la tenue luz de la noche. ¿Que era aquello que a sólo unos pasos de Zaratustra se estaba haciendo presente? Sorpresivamente identificó un cuadro aterrador: en torno a un altar de sacrificios se hallaban esperándolo cinco sacerdotes, preparados para abrirle el pecho y extraer su corazón.
; -¡Ah!, ¡Los asesinos sagrados! ¡¿Ustedes aquí, carniceros humanos?! Enfermos y decrépitos son los que desprecian al cuerpo y a la tierra, quienes inventan los recintos celestes y las gotas de sangre redentora. Por eso inventaron sus sacrificios y sus bebidas sangrantes. Se creen arrebatados lejos de su cuerpo y de esta tierra. Sus esperanzas ultraterrenas. son las denigradoras de la vida, moribundos y envenenados, predicadores de la muerte, de los que la tierra está hastiada. ¿Pero como pueden, ¡seres del abismo! estar en lo alto de esta montaña?
Aquellos enigmáticos personajes misteriosamente ataviados, no parecían tener ningún interés en contestar sus preguntas, sólo permanecían en un ademán que motivaba en Zaratustra la certeza de su inminente sacrificio. Se acercaba exigiendo una respuesta, cuando el sacerdote que sostenía contra su pecho el cuchillo de filosa piedra de obsidiana, como cargando una reliquia sagrada, interrumpió su paso para contestarle:
-¡Aún no te has elevado lo suficientemente alto para llegar hasta acá, Zaratustra! Contéstate tú mismo: ¿Porqué no tendría que ser éste el mayor mal, necesario para el mayor bien, que tú mismo has profetizado...? De éste mal se han desprendido todos los demás, es la base maligna del sistema del bien y del mal que ha dirigido el desarrollo de la historia de tu civilización.
-Río impuro es el hombre, en verdad. Necesario es llegar a ser océano para poder recibir una corriente impura sin mancharse. La grandeza del hombre está en ser un puente y no un fin; lo que hay en él digno de ser amado es el ser un tránsito y un crepúsculo. Yo os muestro la muerte que consagra, la muerte que es un aguijón y una promesa para los vivientes. Quien se realiza enteramente muere victorioso, triunfante, rodeado de los que esperan y prometen. Lo mejor es morir así. O, si no, morir en el combate y esparcir un alma grande. ¡Que nuestra muerte no sea una blasfemia contra el hombre y la tierra! !Que en nuestra agonía, nuestro espíritu y nuestra virtud lancen un último resplandor, como crepúsculo que inflama la tierra! De este modo nacerá el superhombre. Llegará el día en que la tierra sea un lugar de salud. ¡Ya la envuelven un nuevo aroma de salvación y esperanza!
-El sentido de esta civilización y de su historia ha sido la integración de la raza humana más joven que se ha desarrollado sobre la tierra a las razas más antiguas para recibir su sabiduría y su espíritu y así poder alcanzar nuestro desarrollo. Pero esta integración carnal y espiritual ha tenido que ser como un injerto entre dos árboles, en el que las razas antiguas han tenido que sacrificarse de tajo, para albergar en su tallo el retoño de la nueva raza, de modo que las raíces de las culturas antiguas nutren hoy a toda la humanidad. Por eso es que estos sacrificios los hemos realizado en general sobre hermanos de nuestras razas, y fue prohibido el sacrificio de descendientes de la raza blanca. Como lo muestra el hecho de que Jehová se conformara con el corazón de un cordero en lugar del corazón del hijo de Abraham. Con estos sacrificios se generó la historia de la civilización occidental, y ya dentro de ella fueron siendo substituidos por los asesinatos comunes y genocidios practicados en las guerras.
-Es verdad que en la antigüedad las razas de color estaban más desarrolladas que las razas blancas, pero después éstas las han superado, y aquellas se han mostrado denigradas y pusilánimes, ¡dispuestas a perecer!
-Pero no a extinguirse, Zaratustra, solamente a esperar que la nueva raza se desarrolle lo suficiente, sirviéndole sin intervenir en su autonomía. Esas razas que tu civilización antes prejuzgó de inferiores, degeneradas y decadentes, hoy se han reproducido hasta recuperarse de los grandes etnocidios que las diezmaron, como en una auténtica resurrección de la carne, además lo han hecho integrándose a la raza blanca y están demostrando que no son inferiores a ella en ningún aspecto. Estas razas son mucho más antiguas que la raza blanca, y la han venido alimentando y cobijando con su propia sangre en una etapa fetal de su desarrollo, en que su racismo ha funcionado como un cordón umbilical. El fin de esta etapa, consistente en dar a luz a una nueva cultura mundial, ha sido fundamentalmente la promesa en que hemos cifrado nuestras esperanzas los alucinados de otro mundo, como tú nos llamas, pero que será este mismo mundo cuando se haya cumplido el tiempo.
¡Sea el superhombre el sentido de la tierra! Amo a los grandes despreciadores, porque son los que aman mejor; son flechas del deseo dirigidas hacia la otra orilla. Amo a quien derrocha su alma, al que no quiere aceptar ni agradecimiento ni restitución alguna, porque da siempre y no quiere guardarse. Amo a quien se avergüenza de ver caer los dados a su favor y que entonces se pregunta: ¿Soy acaso un jugador con ventaja? Amo a quien justifica a los del porvenir y que rescata a los del pasado, porque está dispuesto a que los de hoy lo hagan perecer. Amo a quien corrige a su dios porque ama a su dios y está dispuesto a padecer su cólera. Amo a quien posee alma profunda aún en el tormento; a quien una pequeña aventura puede hacer perecer, porque así cruzará el presente sin vacilaciones. Amo a los que se sacrifican a la tierra para que un día la tierra pertenezca al superhombre. Entonces, ¿el hebreo no se equivocó?
-¿Recuerdas cuando cometiendo tu último pecado, saliste de tu cueva en busca del hombre superior cuyo grito angustioso habías escuchado? Entonces llegaste a pensar que él podría ser el hombre superior, pues jamás habías hallado a nadie que se despreciara así mismo tan profundamente.
-¡Pero esa no fue más que una divagación!, que no podía aceptar de un presuntuoso salido del populacho, que afirmaba ser el camino, la verdad y la vida. De alguien cuya ofensiva piedad no sentía ningún respeto por nada ni nadie.
-¡Oh Zaratustra, tu poesía contiene muchas más mentiras que las que llegaste a sospechar! Descifraste muchos enigmas, como poeta asestaste certeras cuchilladas que rasgaron los velos del misterio, y en tu afán de desenmascarar y aniquilar al cristianismo, lo que conseguiste fue sentar las bases para llegar a un entendimiento racional de la misión del mártir del Gólgota. ¿No son acaso el auto desprecio y la presunción dos de las cualidades que encontraste debía poseer el superhombre? ¿Y esa frase de la verdad y la vida no es acorde con el poder que debiera tener el hombre superior, y muy coherente con la naturaleza fundamental de la verdad como una creación cultural y por lo tanto humana? Los pueblos son como los grandes valles que sostienen a las grandes montañas, que son como los hombres superiores, por eso estos no deben despreciarlos, sino reconocerlos y respetarlos. Y no es casual que de los estratos inferiores del pueblo haya surgido el superhombre más conocido, como un volcán que nace y se levanta en medio de la llanura.
-Pero los plebeyos no dejan de ser repugnantes, con su alma mezquina piensan mucho en tí: !les resultas siempre sospechoso! Todo lo que los hace reflexionar mucho llega a parecerles sospechoso. Te castigan por todas tus virtudes. Sólo tus faltas perdonan de todo corazón. Como eres benévolo y justo dices: son inocentes de su ruin existencia. Pero su alma mezquina piensa: toda gran existencia es culpable. Yo he andado mucho entre ellos, disfrazado, dispuesto a desconocerme para soportarlos. Cuando se vive entre los hombres se llega a olvidar lo que de ellos se sabe. Y si me desconocían, en mi locura los trataba con más cumplimientos; habituado como estaba a la dureza para conmigo mismo, en mí mismo me vengaba a menudo de mis contemplaciones.
-Olvidas que nada de eso ha sido inútil, sabes que todo ello sirve para que todos nos superemos, cada quien desde su posición. Y que nadie tiene una existencia ruin, cada quien se encuentra pasando su propia prueba. Ninguna persona es capaz de alcanzar tu ideal de superhombre si no se sabe acompañar de gente de todos los niveles que también se venga superando, la superación sólo es posible en sociedad, por mucho que pueda requerirse de la soledad para la meditación y la reflexión. Como tú lo has dicho: ¡el alma noble es la que tiene la escala más amplia y más bajo puede descender!
-El alma noble puede correr, extraviarse y errar al límite, dentro de sí misma, es la más necesaria, que por placer se precipita en el azar..., que se zambulle en el devenir; el alma que posee, que quiere entrar en el querer y en el deseo..., el alma que huye de sí misma y que viene al encuentro de sí misma en el más amplio círculo; el alma más sabia, a quien la locura convida con la mayor dulzura..., el alma que más se ama a sí misma, en quien todas las cosas tienen su elevación y su descenso, su flujo y su reflujo... Propio de las almas nobles es no querer nada gratuitamente. Y la vida, menos que nada. Piensan constantemente en lo mejor que podrían dar a cambio. Preciso es que padezcan más y más cada vez los mejores de nuestra especie..., pues es necesario que nuestro destino sea cada vez más desgraciado y más duro. Pues así solamente crece el hombre hacia la altura en que el rayo lo hiere y lo aniquila. ¡Que puede importar nuestra miseria, menuda, vulgar y breve! Mi gran amor para los más distanciados exige esto: ¡no tengas contemplaciones con tu prójimo!
-Pero la piedad no solamente fue tu último pecado, Zaratustra, sino que con él dejaste claro que pretendiendo ser el más impío, sólo has logrado ser un gran piadoso.
-¡Eso es muy cierto cuando es dicho por ustedes! Que han sido los más impíos, ¡y aún se han esmerado en disfrazarse de piedad!
-La piedad es un sentimiento humano, pero bien has dicho que no debe entorpecer el ascenso del hombre, ¿cómo podía entonces desistir nuestra milenaria cultura de realizar los sacrificios que permitirían en sólo diez mil años la integración de la nueva raza a nuestro nivel de evolución y a un consecuente ascenso de toda la especie humana? ¿No es acaso esa la forma en que tu enseñas que debe morirse, buscando la superación?
-Por encima de cada pueblo está suspendido un índice de valores. Es el índice de sus triunfos, es la voz de su voluntad de poder. Lo que le hace reinar, vencer y brillar, lo que excita el horror y la envidia de su vecino, esto es lo que ocupa para él el primero y más elevado lugar. El hombre fue quien puso los valores sobre las cosas a fin de sobrevivir. Evaluar es crear. Vuestra evaluación convierte en tesoros y joyas todas las cosas evaluadas. Al principio los pueblos eran los creadores; únicamente más tarde lo fueron los individuos. Mil metas ha habido hasta hoy porque ha habido mil pueblos. Faltaba la meta única. ¡Esta debe ser la meta de la humanidad!
-Como vez, ¡estas antiguas religiones que tanto has criticado se fundaron en la sabiduría que ahora tu enseñas! Nuestra cultura tuvo que sacrificarse, y no iba a hacerlo de una manera informe e indescifrable. Con rituales bien establecidos ha dejado escrito en el tiempo, como en un papiro que tiñera con su propia sangre, el sentido de nuestros holocaustos, para que los miembros de la nueva humanidad puedan entenderlos y con ello alcanzar nuestro desarrollo.
-Quien haya adquirido la experiencia de los antiguos orígenes, acabará por buscar las fuentes del porvenir y de los nuevos orígenes. No ha de pasar mucho tiempo ya hasta que broten nuevos pueblos, hasta que nuevos manantiales bramen en sus profundidades. Porque el temblor de tierra saca a la luz las fuerzas interiores y sus misterios, y descubre nuevas fuentes. Y el que exclama: Mirad, he aquí una fuente para muchos sedientos, un corazón para muchos abatidos, una voluntad para muchos instrumentos; alrededor de él se congrega un nuevo pueblo, es decir, muchos hombres que ensayan. Lo que allí se ensaya es quien sabe mandar y quien debe obedecer. ¡Ay, y con cuantas investigaciones, adivinaciones, consejos, experiencias y tentativas nuevas! La sociedad humana es una tentativa; esto es lo que yo enseño: una larga investigación; ¡Que busca a quien debe mandar! ¡una tentativa, oh hermanos míos, y no un contrato! ¡Destruid, destruid semejantes palabras, que son palabras de corazones cobardes y de medios términos!
-Los sacrificios humanos se han practicado desde un principio con el fin de que todas las razas humanas se superen, de que mujeres y hombres lleguen a convertirse finalmente en diosas y dioses, en alcanzar tu ideal del superhombre.
-Pero: ¿Dónde está el mayor obstáculo para todo porvenir humano? ¿No está entre los buenos y los justos?..., entre los que dicen y sienten en su corazón: "Nosotros sabemos ya lo que es bueno y justo, estamos en posesión de ello; ¡malhaya el que todavía quiera investigar en este terreno! " Un día alguien miró en el corazón de los buenos y de los justos, y dijo: "Estos son los fariseos." Pero no lo comprendieron. Hasta los buenos y los justos no podían comprenderle: su espíritu es prisionero de su buena conciencia. Porque los buenos no pueden crear: son siempre el principio del fin. Crucifican a quien escribe nuevos valores. “Han inventado la felicidad”, proclaman los últimos hombres y guiñan el ojo. Poseen algo de lo cual se muestran orgullosos. A ese algo lo llaman civilización. Esto es lo que los distingue de los cabreros. Han abandonado las comarcas donde la vida era dura, porque experimentan necesidad de calor. Un poco de veneno de aquí y de allá para procurarse sueños agradables. Y muchos venenos para morir agradablemente. Todos desean lo mismo, todos son iguales: quien piense de otro modo se mete por su gusto en la casa de los locos. ¡Mirad a los superfluos! ¡roban las obras de los inventores y los tesoros de los sabios y llaman civilización a su robo! Acumulan riquezas y se hacen con ello más pobres. ¡Quieren el poder estos impotentes! Por eso lo buscan a través del dinero. ¡Mirad como trepan estos ágiles monos! Trepan los unos sobre los otros y se empujan hacia el fango y el abismo. ¡Cada vez se hacen más pequeñas, esas pequeñas gentes! ¡Gustan de sus comodidades, se desmigajan! ¡Acabarán por perecer a causa de la multitud de sus modestas virtudes, de sus pequeñas omisiones, a causa de su menguada resignación permanente! No prestan ayuda para tejer la tela del porvenir de los hombres, y su misma nada es una tela de araña, de la araña que vive de la sangre del porvenir. Y cuando toman es como si robasen, ¡esos modestos virtuosos! Y aquellos que ávidos de secretas venganzas arruinan el alma, los predicadores de la igualdad. ¡Quieren elevar sus protestas contra todo lo que es poderoso! La tiránica locura de su mediocridad reclama a grandes gritos la igualdad. ¡Desconfiad de cuantos hablan mucho de la justicia! Sólo quieren ocupar el lugar de quienes ahora detentan el poder. Porque la justicia me habla así: "Los hombres no son iguales." Ni tampoco es necesario que lleguen a serlo . Es preciso que el hombre sea redimido de la venganza, que por encima de prolongadas tempestades, cruce el puente que lo conduzca al arco iris de las más elevadas esperanzas.
-Cristo es ese puente.
-¡Pero el dios cristiano es una creencia que dobla todo lo recto y todo lo hace caer, para él no existe el tiempo y todo lo perecedero es mentira!
-Eso es porque las debilidades humanas y la obsesión de la meta ha hecho menospreciar y olvidar el presente, pero tú lo has venido a corregir, santificando el tiempo y el devenir, y con ellos todo lo que es perecedero, a pesar de los sufrimientos humanos que ello conlleva. Es decir, a convertir al materialismo ególatra y mezquino en el amor a la tierra que tan elocuentemente has predicado. Mujeres superiores y hombres superiores terminaremos por derrumbar todos los obstáculos que aún nos mantienen prisioneros en el laberinto de la historia.
-¡El querer liberta!; más impotente para todo lo que ha sido hecho, la voluntad sólo ha sido un perverso espectador de todo lo pasado. ¿Acaso aquí se encuentra la salvación del castigo que supone la existencia? ¿Puede haber redención habiendo un derecho eterno? ¡Fue posible levantar la loza del pasado! ¡El castigo no tiene que ser eterno!
-La eternidad quizá no exista mas que en la mente de los poetas, y nada en el universo físico sea infinito. Pero efectivamente, retornamos en nuevas vidas, y nunca pueden ser idénticamente iguales. En esta naturaleza cíclica del universo, que incluso el hombre emplea para medir el tiempo, todo se repite, pero nunca es igual, aunque a lo lejos así lo pueda parecer. Ningún día es igual a otro, pues se suceden en una constante evolución, como los ciclos de fertilidad en la mujer, que cada vez se dan en distinto grado de su madurez para concebir a su hijo. En esta cualidad femenina de la naturaleza que llamamos el eterno retorno, naturalmente el espíritu humano viene engendrando el desarrollo de su evolución. Por eso aquí estamos nuevamente, Zaratustra..., nuevamente se repite nuestro encuentro. Pero hasta aquí los seres humanos hemos intervenido para modificar los tiempos, aplicando adecuadamente sus leyes. Como lo expresa el relieve de la Piedra del Sol, o Calendario Azteca, que tiene la lógica de una máquina del tiempo, la cual es la misma tierra. En el centro del relieve puedes ver el rostro de Tlaltecutli, Señor de la tierra, que muestra como lengua un cuchillo de pedernal, significando con esto que al momento del sacrificio, el corazón del xochimiqui o mártir floreciente, naturalmente identificado con su espíritu, es devorado por la tierra. Y como a su vez el rostro de Tlaltecuhtli esta rodeado por el jeroglífico nahui ollin o cuatro movimiento, conformado por los cuatro primeros soles, se convierte en Ollin Tonatiuh, el quinto sol o sol de movimiento, época en que los seres humanos viviremos en un plano superior al actual dentro de su escala evolutiva. Así que todos los mártires vienen reencarnando hacia el amanecer del quinto sol, comandados por Huitzilopochtli, el Tezcatlipoca azul, o resplandor azul que ya se mira por el oriente bajo el estrellado cielo nocturno.
-¿Pero, quien tendría el derecho de despertar de su sueño cosas tan bajas, enemigas de la luz? Hace mucho tiempo que se acabaron los dioses antiguos, ¡y en verdad tuvieron un magnífico y alegre fin divino!, ¡Se dieron muerte a sí mismos a fuerza de reír! Sucedió esto cuando un dios pronunció la frase más impía: ¡No existe más que un solo dios! ¡No tendrás a ningún otro dios ante mi vista! Un viejo dios barbudo, un dios colérico y celoso se propagó hasta este extremo . . . ¿No consiste precisamente la divinidad en que haya dioses, y no un solo dios?-
-¿Para qué mueren los dioses Zaratustra, si no para resucitar? Además, presididos por la idea de un mismo Dios, con mayúscula, podrán unificar a todos los pueblos, los cuales verán cumplidas las esperanzas de sus propias religiones. Huitzilopochtli es la fuerza que levanta al sol, acaudillados por él haremos la guerra a las fuerzas que se empeñen en prolongar la noche y pongan en peligro la vida en la tierra. Por ello dentro de la misma guerra el ser humano será capaz de detener las masacres y abolir los asesinatos.
-No queremos que nuestros mejores enemigos nos traten con contemplaciones. Vosotros debéis buscar a vuestro enemigo y hacer vuestra guerra, una guerra para vuestros pensamientos. Y si sucumben vuestros pensamientos, a pesar de ello debe cantar victoria vuestra lealtad. ¡Que vuestro trabajo sea una lucha, que vuestra paz sea una victoria! Uno no debe callarse ni permanecer tranquilo cuando se poseen flechas y un arco. ¿Decís que es la buena causa la que santifica incluso la guerra? Yo os digo: es la buena guerra la que santifica todas las causas. La guerra y el valor han hecho cosas más grandes que el amor al prójimo. Pero no basta ser un buen combatiente, ¡es necesario, igualmente, saber a quien se hiere! Y, con frecuencia, hay más valentía en abstenerse y en pasar de largo, con el fin de reservarse para un enemigo más digno. Porque podéis tener enemigos dignos de odio; pero de ningún modo debéis tener enemigos dignos de desprecio: es preciso que os sintáis orgullosos de vuestro enemigo; así el éxito de vuestro enemigo será también el vuestro.
- Huitzilopochtli, como Señor de los presagios y de la guerra, está en íntimo contacto con el pueblo, percibiendo cuales son las condiciones que hay que ir reformando para impulsar el ascenso del género humano. Hay que escucharlo cuidadosamente, y así poder expresar en palabras lo que nos dice que hay que hacer en esta guerra superior.
-¡Verdaderamente me agrada tu dios! y me complace ser testigo de su renacimiento, de como es recreado por los hombres. ¡En verdad, que aquel que reunió antaño sus pensamientos en un edificio de piedra, dirigido hacia las alturas, conocía el secreto de la vida tanto como el más sabio de entre todos!
-Tú eres un investigador, Zaratustra, de los que vienen abriendo brecha en el desarrollo del conocimiento de la nueva humanidad. Mientras que nosotros somos descendientes de sus antiguas hermanas mayores, que alguna vez llegaron a saberlo todo. En nuestro descenso hemos perdido el conocimiento, pero ya estamos recuperando la memoria, y ya se acerca el nuevo ascenso del hombre, el superhombre, tal como lo has concebido.
-¿Pero como podría llegar a saberse todo?, Si el todo es infinito, ¡siempre habrá algo por investigar!
-Pero en la constante práctica de la investigación, el ser humano madurará y captará la esencia del universo y el papel que debe jugar en él, perdiendo la necesidad de seguir investigando, pues llegará un momento en que los nuevos conocimientos ya no tendrán ninguna utilidad, sólo serán confirmación de una repetitiva naturaleza del universo.
¿Y cual es finalmente la misión del nazareno?
-Primeramente su sacrificio ha sido la señal para esta nueva humanidad del sacrificio generalizado que realizó nuestra antigua cultura mundial con el fin de que la nueva sobreviva, florezca y continúe evolucionando. Dicho sacrificio ha sido compartido por los santos y mártires, por las mortificaciones que se han impuesto los religiosos y por las víctimas de la guerra a lo largo de la historia. Con su resurrección nos mostrará el antiguo conocimiento de que la nueva humanidad no solamente viene a ser hija de aquella antigua humanidad, sino que es ella misma volviendo a nacer, avanzando a un nuevo plano de su desarrollo. Ese antiguo conocimiento, fruto de la experiencia de muchas humanidades que se han sucedido a lo largo de decenas de milenios en la vida de nuestra especie, podrá salvar a la nueva humanidad del inminente apocalipsis ambiental al que se acerca el planeta.
-Pero ¡Guardaos de los eruditos! Su papel de sabios les impide aceptar cualquier conocimiento que no sea el suyo. Estos se alaban de no mentir; pero la incapacidad de mentir esta todavía muy lejos del amor a la verdad. ¡guardaos! La ausencia de pasión dista mucho de ser conocimiento. Yo no creo en los espíritus frígidos. ¡Quién no sabe mentir no sabe lo que es verdad! Les falta la inocencia en el deseo. ¡Por ello calumnian al deseo! ¿Dónde hay inocencia? Allí donde exista voluntad de crear. De amar y desaparecer: esto concuerda desde la eternidad. Amar supone estar dispuesto a la muerte. Y hay muchas cosas que los vivos aprecian más que la misma vida.
-Se tendrá que empezar por eliminar la actual cultura del consumismo, renunciando a valores como el de la casa propia, el coche, la televisión, etc. Los pueblos volverán a convertirse en nómadas, pero la base de la sociedad seguirá siendo la familia. Con una arquitectura estructurada en comunidades de distinto género, desde las familias, rancherías y ciudades, hasta los países, continentes, y finalmente la comunidad internacional. De manera que en cada género siempre se esté buscando la autosuficiencia de cada comunidad. Para poder integrarse como células que constituyan tejidos, y éstos a su vez los órganos de los sistemas que conforman al ser vivo que constituye toda la humanidad. Todo el conocimiento científico y tecnológico que el hombre actual ha alcanzado deberá aplicarlo ahora al desarrollo interno de sí mismo y de sus sociedades en el ambiente de la naturaleza terrestre. La reconstrucción de los ecosistemas estará entre los primeros valores que movilizarán a los pueblos y a las comunidades.
-Veo a todo el pasado abandonado a la suerte, al espíritu y a la locura de las generaciones venideras, que transformarán todo lo que fue en un puente para ellas. Podría venir un gran déspota, un maligno demonio, que violentaría todo el pasado por su suerte y por su desgracia; hasta que el pasado llegara a ser para él un puente. Otro peligro es que los pensamientos del que forma parte del populacho no se remontan sino hasta su abuelo. Así queda abandonado todo lo pasado, porque podría acontecer que un día el populacho, con su dinero, llegara a ser amo y ahogara toda la época en innobles aguas. Por eso, hermanos míos, es necesaria una nueva nobleza, adversaria de todo lo que es populacho y despotismo. ¡Porque son necesarios muchos nobles para que haya nobleza! ¡Cómo es necesario que haya muchos dioses y no sólo uno, para que haya divinidad! Contemplad como las naciones imitan ahora a sus comerciantes. Y a esto llaman buena vecindad.
-Para sacar de la inercia de su mediocridad a una civilización que vegeta feliz e infelizmente en el fetichismo del dinero, efectivamente se requerirá del valor de una nueva nobleza, capaz de indicarles el camino a las distintas comunidades.
-El valor, el espíritu de aventura y la alegría de lo inseguro, de lo que todavía no ha sido arriesgado..., el valor, es lo que me parece toda la historia primitiva del hombre. El hombre tuvo envidia de todas las virtudes de los animales más salvajes y más valerosos y se las arrebató; de este modo es como llegó a hacerse hombre. Ahora con las alas del águila y la astucia de la serpiente, su valor se sigue afinando y espiritualizando. El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre; una cuerda tendida sobre el abismo. Es peligroso pasar al otro lado, peligroso permanecer en el camino, peligroso mirar hacia atrás; peligroso pararse y peligroso temblar. El hombre debe superarse a sí mismo, incluso en su prójimo. ¡No consentir que le regalen un derecho que él mismo es capaz de conquistar! Si los hombres tuvieran gratis el pan, ¡pobres de ellos! ¿Tras de qué andarían gritando? ¿Qué conversación mantendrían, no siendo de su manutención? ¡Preciso es que tengan dura la vida! Son animales de presa: en su trabajo hay igualmente rapto. En su éxito hay igualmente astucia. Es preciso que lleguen a hacerse más finos y más astutos, porque el hombre es el mejor animal de presa.
-Ya estamos de acuerdo Zaratustra, ahora, para que tu grandioso espíritu encarne en los seres humanos de hoy, como un sol que da calor y energía a sus vidas, ya sólo te hace falta cruzar esta puerta, acércate ya para entregar tu corazón a la tierra, y viajando en el tiempo vuelvas a vivir entre los hombres.
-Todo precursor es siempre sacrificado. Se desangra en el altar secreto de los sacrificios, se quema y se asa en honor de los viejos ídolos. Pero así lo quiere su esencia. ¡Oh tú, mi voluntad! ¡Descanso de toda pena; tú, mi necesidad! ¡Me has líbrado de una victoria ruin! ¡Azar de mi alma que yo llamo destino! ¡Tú que estás en mí por encima de mí! ¡Me has Guardado y reservado para un gran destino! Y tu última grandeza, voluntad mía, la has conservado para el fin... ¡Para que seas implacable en tu victoria!
-Pero espera un momento Zaratustra, antes queremos mostrarte que no vienes sólo. La montaña que hoy has escalado es la pirámide del Templo Mayor de la gran Tenochtitlan, y tras de ti vienen todos tus discípulos. Mira: al pie de las escalinatas por las cuales has ascendido, puedes reconocer a los primeros de tus seguidores, están al frente de esa interminable fila que se adentra a la laguna sobre la calzada de Xochimilco. Todos ellos están esperando el turno de su sacrificio...
Fito Páez
e-mail: ecocidio@yahoo.com.mx Retornar....